Jerónimo Mons fue encontrado muerto en la entrada de su finca. El cadáver estaba depositado en un túmulo de piedras. Mons vivía solo en una casa de campo y se dedicaba a cuidar cinco hectáreas de cítricos que tenía alrededor de la morada. Todas las tardes acudía al bar de su pueblo natal Siat, a dos kilómetros de su casa, a jugar al dominó. La ausencia al evento durante varias jornadas despertó las sospechas de sus amigos. Su teléfono móvil tampoco daba señal. Dos compañeros de partida Pep Fuste y Toni Suau acudieron a su casa alarmados y se encontraron al susodicho más muerto que un muerto y en estado de descomposición. La policía hubiese determinado que falleció de manera natural, la autopsia revelaba paro cardiaco y el cuerpo no presentaba signos de violencia. Pero yacía el agricultor en un extraño altar de piedras a la entrada de su finca, como si de una ofrenda a un dios se tratase...
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